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ULTIMA LLAMADA

El problema viene cuando sientes el frío por dentro. La vida entonces pasa a contarse por minutos y no por años.  No tienes muchas esperanzas de sobrevivir cuando te encuentras a cientos de kilómetros de cualquier ruta marítima y a más de mil del fuerte más cercano. Las esperanzas palidecen todavía más en tu cerebro cuando sabes que esas rutas marítimas se encuentran totalmente bloqueadas por el hielo y lo van a seguir estando durante al menos un par de meses más.  - Nadie va a venir a salvarme, es aquí donde voy quedarme para siempre.  Es aquí donde con suerte alguien tropezará con mis huesos pelados y dispersos y se preguntará como demonios llegué tan lejos. Nuestro cerebro es un testarudo Pepito grillo que se resiste a creer que somos capaces, muy capaces de morir. Los diez centímetros de nieve que llevo acumulada a mi espalda no parecen hacer mella en mi dura cabezota, tampoco parece que mis pies congelados manden ninguna señal entendible al conjunto de aturdidas neur

MI AMIGO QALUPALIK

Siempre me ha dado miedo la oscuridad, y eso que estoy bien acostumbrada a ella. Allí donde vivía la noche dura tres meses aunque a mi me parecía que era mas tiempo. Ahora aquí, donde estoy, siempre está oscuro y siempre tengo miedo, siempre, excepto cuando mi amigo está conmigo. Cuando vivía en el pueblo me encantaba jugar en la orilla, tirábamos piedras a las medusas que se acercaban a las rocas del embarcadero y reíamos al ver como éstas se hundían hasta desaparecer en las profundidades del fiordo. A mis padres sin embargo no les gustaba nada que jugáramos allí. Mi hermano y yo teníamos que escaparnos por la pequeña puerta de la parte de atrás de casa por donde entraba y salía el perro. Mi madre no podía vernos correr hacía el mar porque la ventana de la cocina estaba justo al otro lado de la casa, mirando a la colina. Yo tenía seis años por aquel entonces, o eso me decían, ahora ya no sé cuantos tengo, ha pasado mucho tiempo.  Nuestros amigos venían con nosotros a menu

EL AGUILA

-¿Pero por qué no, Gustaf? - Exclamó Andrée fuera de sí golpeando la mesa con el puño.  - A estas alturas no puedes echarte atrás, ¡maldita sea!. ¡Arruinaras todo el proyecto, todo nuestro esfuerzo se irá a la basura!-  La luz de la lámpara, que iluminaba tenuemente la habitación, tembló violentamente con el impacto proyectando lúgubres sombras fantasmales sobre los libros de las estanterías. A través de las ventanas de la librería de la Real Academia de las Ciencias podía verse como, mientras tanto, nevaba copiosamente en las calles de Estocolmo. La tormenta arreciaba con fuerza in crescendo al igual que evolucionaba la virulencia de la discusión. Por encima de los bramidos de Andree podía oírse el viento aullar tan furiosamente como si nos encontráramos en ese momento en el mismísimo polo Norte. - Nos has engañado, maldito loco insensato. Tu estúpido globo no puede volar. Ya te lo advertí este verano en las Spitzbergen, no tiene suficiente autonomía para realizar la

MEDIASVERDES

Hay pesadillas que con el tiempo se van apagando en nuestra memoria hasta dejar apenas un pequeño rescoldo. Una brasa que se aviva cuando los demonios que habitan en los oscuros rincones de nuestros recuerdos baten las alas al pelearse entre sí. El infierno que vivimos en el norte de Canadá mis compañeros de expedición y yo durante aquel otoño del año 1821, y el gélido interminable invierno que le siguió, volvió vívidamente a mi memoria cuando al regresar a Inglaterra tuve que ayudar a mi comandante a redactar el informe oficial de la expedición para el Almirantazgo. No pudimos reflejar en sus páginas la inconcebible realidad del horror experimentado por miedo a que nos tomaran por dementes. El jefe fue muy explícito en cuanto a ese asunto, todos juramos por nuestras tumbas no decir una sola palabra de lo ocurrido, ni siquiera a nuestras esposas y familiares más allegados. El documento, terrible pero sobrio a la vez, no dejaba traslucir ni un solo ápice de la brutal locura que pad